“El Retrato de Dorian Gray”: talento, verdad escénica y un mensaje que confronta

“El Retrato de Dorian Gray”: talento, verdad escénica y un mensaje que confronta

SANTO DOMINGO. La Sala Ravelo del Teatro Nacional fue testigo de una experiencia teatral profunda y perturbadora con la puesta en escena de El Retrato de Dorian Gray, bajo la dirección de Manuel Chapuseaux y la producción de Giamilka Román. Esta adaptación de la célebre novela de Oscar Wilde no solo desafió la moral y la estética del espectador, sino que también se convirtió en una plataforma para el lucimiento de un elenco que elevó el montaje con interpretaciones memorables.

José Roberto Díaz García, en el rol del cínico Lord Henry, ofreció una clase magistral de actuación, desbordando dominio escénico, sutileza emocional y una capacidad magnética para seducir al público con cada línea. Su trabajo no fue una simple representación, sino una auténtica cátedra sobre cómo habitar un personaje con inteligencia, ironía y presencia contundente.

Jovanny Pepín, por su parte, demostró un crecimiento actoral evidente, que logra catapultarlo como un actor capaz de interpretar cualquier personaje, impregnando su marca personal, su papel como el pintor del retrato de Dorian Gray,  su enfoque de la filosófico de la vida, conecta claramente con el público.

La química entre los actores, sumada a las sólidas intervenciones de Cindy Galán, Raymal García, Génesis Brito y la propia Giamilka Román, su interpretación de  Dorian Gray fue progresiva, logrando captar el tránsito psicológico del personaje desde la inocencia hasta la decadencia con fuerza y sensibilidad. Cada escena fue un paso firme hacia la complejidad emocional que exige este icónico papel. cohesión a una propuesta intensa, elegante y oscura que nunca perdió ritmo ni profundidad.

Manuel Chapuseaux dirigió con una visión clara, equilibrando lo clásico y lo contemporáneo, lo estético y lo visceral. Su adaptación no solo respetó el espíritu de Wilde, sino que lo potenció con una lectura escénica que dialoga con los miedos modernos: la obsesión con la juventud, el terror al paso del tiempo y las consecuencias emocionales de una vida basada en apariencias.

Una obra que mira directo al espejo

Más allá del virtuosismo actoral y la cuidada puesta en escena, El Retrato de Dorian Gray dejó una huella en el público por el mensaje que comunica de forma directa y sin concesiones: el daño profundo que puede causar vivir esclavizados por la belleza física, por el culto al cuerpo y por el rechazo a los procesos naturales del envejecimiento.

Esta versión de la novela victoriana, con diseño de luces de Lillyana Díaz, coreografía de María Emilia García Portela, escenografía de Carlos Ortega y asistencia de dirección de Johanny García, logró que cada detalle contribuyera a la atmósfera decadente y perturbadora que define al texto original.

El Retrato de Dorian Gray no fue simplemente una obra más en cartel. Fue una propuesta provocadora que nos recordó que el arte, cuando se hace con verdad y entrega, tiene la capacidad de transformar, cuestionar y conmover.

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